lunes, 25 de enero de 2010

Sonrojarse


...Y me sonrojo si me miras,
y entonces sueltas una de esas,y
me robas una sonrisa [con hoyuelos].

jueves, 21 de enero de 2010

Me encantaría matar esta canción


Se enredaron sus pestañas, los dedos de sus pies, los dedos de sus manos.
Se confundieron sus palabras, sus ideas y deseos.
Los pinceles corrían solos, dibujaban sus figuras, las estampaban al óleo y acuarela sin pudores ni vergüenzas.
Aparecieron con las orejas rojas, los labios cortados, cayos en las rodillas y sudor en el pecho.
Sintieron satisfacción y cansancio, un placer inmenso, gozo, admiración, sueño…

…más tarde, sólo se oía su llanto. [18/11/08]


Te engañaría si dijera que me haces falta, pero también lo haría si te dijera que no te echo de menos.

sábado, 16 de enero de 2010

And I lost my head


- ¿Sabes qué cuando sueñas que alguien muere…

- Le alargas la vida.


Hacía mucho tiempo que nadie acababa mis frases por mi. Que nada me hacia ser asiduo de nuevo a la mitología que había dejado atrás. Siempre me he aferrado a ella y siempre la he olvidado a las 12 horas de leerla, teniendo siempre con ella una primera cita. Ha sido así desde que la conocí.
Hacía mucho tiempo que no corría a buscar algo que alguien había lanzado por la ventana.
Tanto tiempo…
Me gusta tumbarme sobre la hierba, bajo los árboles, entre las hojas que caen de sus ramas, con el sol que las cruza y las nubes que los envuelve.
Pensar en las cosas que me gusta hacer. Hacerlas porque me sientan bien, sin sufrir por si van a mofarse cuando les diga que caminé descalzo por Londres, porque me hacía ilusión. Que corrí tras su corazón porque me hacía ilusión. Que los llamo, porque me hace ilusión. Que escribo a las cosas que me hacen ilusión. Y escribo sobre la noche que pasé a la luz de una vela, sobre la clara que bebí en un local de una calle perdida, o el café que tomé hundido en un sofá de cuero marrón. Escribo sobre las situaciones que vivo, he vivido y me gustaría vivir.
Escribo sobre momentos en los que puede haber magia. Una magia que no ven los que se mofan cuando les digo que me hace ilusión salir de casa a las tres de la mañana para dar corriendo una vuelta a la manzana, o pedir comida para llevar de madrugada.
Y escribo sobre los recuerdos que tengo, el pasado más lejano, el pasado más presente o el futuro más cercano. Sobre la noche que confundí las calles de Barcelona, con las de París.

jueves, 14 de enero de 2010

Sabeamargo


¿Cuántas veces has sentido cobardía? ¿Cuántas veces te has quedado con ganas de hacer algo que querías?
Que alegres somos cuando conseguimos lo que queremos y las cosas no salen tal y como habíamos planeado.
He descubierto y se, que nos duele mucho no atrevernos a hacer algo. Cuando no nos atrevemos a pedirle, cuando no nos atrevemos a decirle, cuando no nos atrevemos a darle. Y lo bonito que es hacerle, decirle, pedirle y darle, y lo bien que se siente el otro. Incluso uno mismo…

Pero también he descubierto y sé que la cobardía existe por que existen las reacciones inapropiadas. Cuando le dices, le haces, le pides o le das algo y no se toma un minuto si quiera en pensar porqué.

Y con todo lo que he descubierto y todo lo que sé, he aprendido que vale la pena arriesgarse, aunque todavía no me atreva.

Pefiero arrepentirme de haber hecho algo, que arrepentirme de no haber hecho nada.

lunes, 11 de enero de 2010

Cómo algodones de azúcar


A pesar de que haya descubierto que las princesas viven en cajitas y son adictas a la nieve. A pesar de que lo que leo nunca llegue a ocurrirme y aún siendo plenamente consciente tenga la esperanza de vivirlo. A pesar de que viva enganchado a pasar las noches en vela y mi futuro sea una caja de dormidinas. A pesar de todo, seguiré comiendo sugus.

¡Hay recuerdos cómo algodones de azúcar!

Recuerdos


¿Conocéis los sugus i los biberones de frutas?
No recuerdo a penas nada de la época en que los conocí, pero puedo imaginar la sensación que sentí cuando los disfruté por primera vez.
Mi vida , entonces, era tan difícil cómo separar el caramelo de su envoltorio.
Años atrás la cosa se fue complicando cada vez más, y cambié el cochecito por vagones de metro, piruletas por pitillos y libretos para colorear por apuntes a pasar a limpio. Dejé de esconderme por las noches detrás del sillón, para pasear por el centro y divagar sobre la posición que adaptan las personas cuando se sienten cohibidas, cada noche, con alguien diferente. Con el paso del tiempo -y en determinados momentos más que en otros- fui olvidando cosas que me hacían sentirme realmente bien. Ahora Los sugus y los biberones de frutas comparten escritorio con el tabaco de liar, conocí los parecidos entre el chocolate y el sexo y he dejado de pensar que los mensajes que enviaba con aviones de papel por la ventana iban a llegar a alguien. Pero puedo decir que sigo siendo el mismo.